Desnuda,
Encontré tu rostro de tono trigo.
Una mano, abierta para amar,
La otra, cerrada por el luto.
Me cautivaste.
Como una esbelta sirena,
Atraes a los marineros
A su desgraciada perdición.
Y allí me dejaste,
Esclavizado por el Poder y la Fuerza, mirando el Cáucaso
Los dos obedeciendo al aroma a jazmín que de ti emana.
Sin embargo, el querubín de la Alegría
Me liberó de tu prisión.
Y, como un niño, feliz,
Piso nuevamente la verde hierba floreciente,
Encontrándome de nuevo libre y desatado,
Para amar.
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